DEBEMOS EVITAR HABLAR MAL DE LOS PROFESORES DELANTE DE NUESTROS HIJOS:
Vivimos un momento en el que sin querer «damos alas» a nuestros hijos para criticar a los profesores. No todos somos iguales, ni los profesores, ni los alumnos,….., ni los padres.
En las cafeterías cercanas a los colegios, en los aparcamientos de los colegios, en doble fila, cuando dejamos a nuestros hijos o esperamos para recogerlos, se pueden oir una cantidad increible de conversaciones acerca de los profesores y casi ninguna bonita.
Criticamos a todos: médicos, entrenadores de fútbol, monitores, profesores… Básicamente no es peligroso y en ocasiones es hasta divertido cuando lo hacemos entre adultos. Si un adulto cree que realmente la crítica es justificada y lo desea, presenta una reclamación en tiempo y forma y se toman las medidas previstas según el caso.
Los alumnos entre ellos, desde tiempo inmemorial, hablan mal de los profesores: se inventan relaciones, los insultan, adornan sus vidas privadas, les ponen motes, hacen afirmaciones acerca de las tendencias sexuales, les lanzan maldiciones, un alumno vio a un profe aquí, otro lo vió allí, haciendo esto… y lo otro…, lo normal. De hecho los profesores lo saben, saben perfectamente que todo lo que dicen o hacen ( y todo lo que no dicen y no hacen) se sacará de contexto y se adornará con cantidades increíbles de imaginación negativa.
El problema es cuando los adultos dan alas a los alumnos; en este caso el alumno sube un peldaño que perjudica mucho el ambiente de trabajo en clase, en el centro educativo.
Criticar a los profesores está bien, faltaría más. Que los alumnos hablen mal de ellos, está genial; es una cuestión de compañerismo: nada une tanto a un grupo de clase como una buena crítica al profesor. Los profesores estamos en un escenario delante de un público nada amistoso. Pensar en que no te van a criticar es una ilusión.
Deberían existir más padres que vieran a los profesores como unos co-educadores de sus hijos. Con sus aciertos y errores, al final los profesores son adultos que acompañan a los jóvenes mientras crecen. No estoy de acuerdo con todo lo que dicen, hacen o aconsejan a mis hijos sus tíos, abuelos, mis amigos… Les dicen en ocasiones cosas que yo las diría de otra forma, pero no dejo de reconocer que son adultos que los acompañan y que seguro que aunque no sea «mi forma» aportan un punto de educación conveniente (sobre todo cuando no radicalizan como yo). Con los profesores ocurre lo mismo: si no exactamente como lo haría yo, seguro que al menos como adultos acompañantes un montón de horas al dia, aportan su punto de educación.
Criticar a un profesor delante de un hijo debería parecernos igualito que el hecho de que el padre critique a la madre (o al revés) delante del hijo: damos a nuestros hijos unas alas que nos van a complicar la vida a la larga y no poco.
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